Hoy voy a hablar un poco de “Cincuenta sombras de Grey”, creo que nadie necesita que le cuente de que tratan las novelas y películas que tiene como protagonistas a Anastasia Steele y Christian Grey. Ella una chica recién graduada de la universidad, él un chabón multimillonario y obviamente se enamoran, se pelean, se enamoran, se separan y bla bla bla. Lo mismo de siempre. Sin embargo, está trilogía se destaca por sus escenas “eróticas” del mundo BDSM (él era el practicante).
Primero, antes de empezar, posiblemente haya spoilers en este texto, pero no son importantes. Segundo, si no leyeron los libros o vieron las películas… No lo hagan, porque son bastante malas, o por lo menos eso me dijeron. Bueno admito que ví las 3 películas y no puedo creer todavía porque tuvieron tanto éxito, ¡SON MALAS! Están mal actuadas, dan risa y sueño, cero erotismos, para mi básicamente apestan. Lamentablemente tuve que hacer el esfuerzo de mirarlas para poder escribir esto.
Con respecto a los libros, obviamente no los voy a leer, es más recuerdo que alguien me dijo que cuando empezó el primero pensó que le había tocado una “mala traducción”. Pero después se enteró que su libro estaba bien, solamente ¡ESTÁN MAL ESCRITOS! En fin, no vale la pena enojarse.
Se preguntarán porque voy hablar sobre ellos si son tan malos, bueno la cosa es así, en las primeras entrevistas que hice cuando me adentré al mundo BDSM, algunxs me dijeron que “50 sombras de Grey” lxs ayudo a “ponerle un nombre” a distintas sensaciones que los atravesaban. De eso no puedo decir nada, porque el éxito de taquilla a nivel mundial casi que puso el BDSM en bocas de muchxs.
Pero bueno, pasemos al tema de la nota de hoy: “El consenso en ‘Cincuenta sombras de Grey’”. Como siempre escribo y hablo de la importancia del consenso en el BDSM, me pareció interesante hablar como trata este tema la novela/película, sobre todo porque hace referencia explícita de contratos, safewords, cheklist de las actividades, y demás cuestiones del mundo BDSM.
¿Hay consenso en Fifty Shades?
La responsabilidad para el consentimiento en la novela está ubicada en los individuos, sobre todo en el personaje de Anastasia, quien es la mujer en la relación y la potencial sumisa. Ella es la que otorga el consentimiento para las distintas prácticas que Christian (el hombre y el dominante) quiere llevar a cabo. Un ejemplo. Luego de la primera escena de spanking, en donde Ana dice: “No me gustó. Prefiero que no lo hagas de vuelta” (James, 2012, p. 286), y luego los emails de Christian diciendo “si escuchara a mi cuerpo ya estaría en Alaska” (James, 2012, p. 294). Christian la hace responsable individualmente a Ana en su respuesta: “Conste que te quedaste a mi lado sabiendo lo que iba a hacer. En ningún momento me dijiste que frene – no usaste la safeword tampoco. Eres una adulta – tienes elección” (James, 2012, p. 293)
Christian también insiste que los elementos BDSM de su relación permanezcan privados, haciendo que Ana firme un acuerdo de no divulgación, previo a que él le cuente de su identidad dominante. Sí, le hace firmar un contrato… A pesar de que ella quiere contarlo, no puede hablar con sus amigas o su familia sobre su preocupación sobre si debe firmar o no, y sobre consentir a ser dominada por Christian. Creo que si fueron leyendo las notas anteriores se darán cuenta que es medio unilateral todo acá, no pareciera que participan ambas partes de la misma manera.
Por lo general él es quien inicia algo, y si Ana no dice explícitamente “no” o usa la safeword para frenarlo, terminan haciendo lo que Christian propone. Por lo tanto, reproduce la dinámica hetero-normativa en donde el hombre es el activo y la mujer la pasiva, en donde si no dice “no” o usa la safeword, es asumido como consentimiento. Con respecto al contrato, todas las sugerencias son iniciadas por Christian, quien es el único que tiene experiencia en el BDSM, Ana casi no expresa sus deseos, sino que él organiza las escenas.
Esto reproduce, tomando al autor Nicola Gavey, el mito alrededor del deseo sexual natural que el hombre tiene, y la falta del mismo por parte de la mujer (Just Sex? The Cultural Scaffolding of Rape, 2005). También la facilidad con la que Ana llega al orgasmo en todas las ocasiones, a pesar de la falta de comunicación sobre lo que a ella le gusta, la novela reproduce tanto la centralidad del orgasmo en el sexo, como la idea de la destreza sexual masculina casi telepática por hacer que la mujer llegue al orgasmo.
El consentimiento es inevitablemente complicado en este panorama y bajo estas circunstancias, en donde una de las partes no sabe cuáles son sus deseos y está restringida para proponer algunas posibilidades, mientras que la otra parte sabe automáticamente lo que ambos quieren. Christian siempre insiste en la negociación de consentimiento en la parte sexual de la relación, pero su comportamiento con respecto a la otra parte de la relación está alejado del consentimiento.
Christian y su platita
Constantemente viola los acuerdos y termina haciendo cosas que Ana le ha dicho explícitamente que no haga, como, por ejemplo, le compra regalos caros; aparece en las vacaciones que ella se había tomado específicamente porque necesitaba un poco de espacio; o termina comprando la compañía donde ella trabaja para poder controlar su vida laboral. Ana algunas veces se refiere a Christian como un stalker (James, 2012, p. 295).
Su “diosa interna” le dice a Ana que tiene que firmar el contrato, porque si no “terminaría sola con muchos gatos y sus clásicas novelas para mantener su compañía” (James, 2012, p. 176), y Christian le promete a ella que, si se somete, no iba a tener que hacer ninguna decisión porque él lo haría por ella (James, 2012, p. 224). También, Christian niega que el desequilibrio de poder con Ana, pueda tener algún impacto en la habilidad de ella para consentir de manera libre. Además de su comentario de que es una adulta para tomar decisiones, él está frustrado de que tenga tomarse distancia para poder comunicarse abiertamente. Además, le dice: “Si, soy rico. Acostúmbrate” (James, 2012, p. 399), en respuesta a la disconformidad de ella a que gaste mucho dinero en ella haciéndole sentir que está siendo pagada por sexo.
Si bien tanto las novelas como las películas sirvieron, como dije a un principio, para ayudar a que muchas personas pudieran ponerles nombre a sensaciones, es importante tener en cuenta que si están interesados en el BDSM deben informarse de la manera correcta y con las personas correctas. “Cincuenta Sombras” es más una historia romántica bastante típica, que si bien nombra al BDSM, eso que pasa ahí no es BDSM, o por lo menos como lo entiendo yo luego de estudiar y charlar con gente que si lo practica. Como siempre decimos, el consenso, la charla e información son importantísimos y no hay que largarse de la nada a hacer cosas que puedan poner en riesgo la salud.
PD: Si quieren informarse sobre el mundo BDSM y charlar con gente que sabe muchísimo, les recomiendo que sigan en Instagram a Litoral Kinky. Allí podrán informarse y hacer todas las preguntas que quieran sobre BDSM que lxs van a orientar de la mejor manera. Aparte tienen siempre la mejor onda para charlar.